lunes, 2 de noviembre de 2009

CAPITULO 13
(puedes leer la historia desde el principio en la etiqueta de este Blog "Historia de una historia incompleta que concluye)

Henry logró a duras penas tomar su cabalgadura, asustada por el repentino ruido, y junto con otros tres cazadores puso rumbo, como pudo hacia el río, buscando ponerse a salvo. Cuatro más le siguieron a pocos metros instantes después.
Edmond se dirigió a los establos, y al tiempo que intentaba llegar a su montura, una sombra, profiriendo un grito de muerte, se avalanzó sobre él. Sin apenas mirar, y fajado en combates cuerpo a cuerpo, disparó a bocajarro haciendo blanco.

A sus pies, como un saco, cayó la mujer que hacía pocos minutos aún estaba sirviéndoles bebida y comida, su camisola blanca ahora estaba cubierta de una mancha de color oscuro aún humeante por la quemazón de la pólvora que poco a poco se volvía carmesí...Mercier apenas la miró, sin embargo, los ojos sin vida de aquella mujer se clavaron en los suyos, y de repente, en aquellos ojos, como un sortilegio volvieron a aparecer los de aquél muchacho...aquella noche...aquella maldita noche de Mayo...en Madrid...

Los disparos de arcabuz se oían a sus espaldas cuando picó espuelas detrás del resto de sus hombres hacia el bosque, para cruzar el río.

Había que informar.La emboscada en aquél lugar podía ser sencillamente una escaramuza, pero después de lo que hasta entonces había visto en estas tierras, y con la rapidez que se movían los españoles y el conocimiento del terreno, también podían ocultar un fuerte contigente de aquellos malditos civiles,... "guerrilleros" se llamaban a ellos mismos, que podrían frustar los planes del Emperador, y que después de apenas seis meses de campaña, habían conseguido aterrorizar los corazones de las más altivas tropas de la Gran Armée por su crueldad y fiereza...

No sabía cuantas bajas había sufrido su pelotón pero había visto caer al menos a dos de sus hombres y en la lejanía, al volver la cabeza pudo observar como aquellos partisanos se avalanzaban sobre un tercero que apenas había podido subir a su montura, derribándolo del caballo, y haciendo rodar por tierra a jinete y jaco...

La cara le hervía, y al mismo tiempo la sentía húmeda, posiblemente sería la humedad de su propia sangre, o quizás de la salpicada de aquella mujer resbalando por su cara, pero ahora no había tiempo, ahora solo era tiempo de poner terreno de por medio y salvar la vida...más tarde, informaría sobre lo sucedido...

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