sábado, 1 de agosto de 2009

Capitulo I
Edmond Mercier con tan sólo veinticinco años, llevaba ya una espléndida carrera en la Guardia Imperial del Emperador, poco sospechaba, cuando casi seis años atrás se había despedido de su querida Margot, que los avatares de la guerra y la aventura imperial de aquel pequeño cabo de artillería le llevarían a tomar parte en una de las batallas más gloriosas de Francia contra los austriacos y las tropas del Zar, allí, en una valiente acción en la que fué tomada una batería enemiga, durante una audaz carga de caballería, había obtenido el rango de suboficial en su regimiento de Chasseaurs a Cheval (Cazadores a Caballo), directamente del emperador. Ahora, mirando aquellas bocas negras de los cañones que enfilaban directamente a su posición, recordaba su intervención en la primera acción militar en la que participó en España y que no llegaba a comprender, una aventajada y desproporcionada carga contra un grupo de civiles en Madrid. Hacía seis meses de aquello...

El teniente Mercier acababa de recibir órdenes directas, al igual que en Madrid, debía cargar con su escuadrón de Chasseaurs a Cheval de la Garde para poder abrir camino a la infantería, pero esta vez, la sangre le hervía, aquella vez no era como en Madrid, aquella vez, sería una carga que costaría muchas vidas entre sus hombres.Edmond no entendía la sinrazón de aquella orden. Se le había dicho que era una orden directa del propio Emperador, sin embargo en aquella carga no reconocía al genio de la estrategia militar. Era una carga suicida, contra todas las leyes de la lógica de la caballería, era una carga de la que no sabía si volvería...

Martín Córdoba volvía a casa, frente a las playas que lamian las aguas del Mediterráneo de su Málaga natal, llegaba cansado, la noche, si bien había sido apacible, -el mes de mayo solía ser una buena época para la pesca nocturna del boquerón y la sardina-, resultó fructífera, pués la pequeña embarcación en la que noche tras noche se embarcaba, había dado con un buén banco de pescado, que acababan de sacar, en esa estampa tan típicamente malagueña y tan repetida luego en el tiempo en la que se veían a los marengos, marineros curtidos, gente de mar al fín, sacando las pesadas redes directamente del agua.

Aquél 6 de mayo de 1.808, cuando Rocío, su mujer le contó lo que se hablaba en el mercado acerca de lo ocurrido jornadas antes en Madrid, fué el día que cambió el rumbo de su vida....habían pasado algo más de seis meses desde entonces, ahora simplemente estaba esperando...

Esa mañana hacía frío, frio que se acrecentaba por el nerviosismo que da el miedo, frio que se acrecentaba por la tensa espera, frío que calaba los huesos por el constante ir y venir de tropas y jinetes que se vislumbraban a unos pocos de cientos de metros, soldados con uniformes de variopintos colores, azules, rojos, verdes, soldados que según se había corrido el rumor estaban al mando del mismísimo Emperador en persona...Martín esperaba, tenía frío y el corazón que parecía salírsele de la boca...también tenía frío en el corazón...

No hay comentarios:

Publicar un comentario