Edmond, unido a la Guardia Imperial, avanzaba hacia el sur, desde Aranda, adonde había llegado el Emperador el día 23. El despliegue y avance de tropas bajo la directa supervisión de Bonaparte, estaba siendo una cuestión delicada por el desconocimiento cierto que las patrullas de reconocimiento tenían de las fuerzas enemigas...
El teniente Mercier había recibido órdenes de actuar como patrulla de avanzadilla por delante del resto del Ejército. Era mediodía y junto con Henry y el resto del destacamento, tras abrevar los caballos en el pequeño río que acababan de cruzar por un pequeño puente de piedra, decidieron hacer un alto para comer algo.
No muy lejos, divisaron una pequeña torre, un campanario, no se distinguían edificios, más bien parecía un asentamiento de campesinos con pequeñas casas desperdigadas. El lugar no parecia peligroso y se dirigieron hacia allí con precaución en busca de viandas
- Buenos días mujer- saludó Mercier intentando no causar temor en la joven que apareció por detrás del cobertizo de la pequeña casa a la que habían llegado - ¿donde estamos? ¿podrías darnos algo de comer a mis hombres? -preguntó en tono suave, con un mal español, pero desplegando galantería...
- Milagros, en la comarca de Valdeherreros...ese es el Río Riaza...-dijo señalando con un gesto de la cabeza- no tengo mucho ni para tantos pero queda algo de lechazo de ayer y vino de estas tierras...
Edmond y Henry se habían aposentado a un lado de la pequeña habitación que en semipenumbra, servía como estancia principal de la casa, el resto del destacamento había quedado fuera, junto al establo, donde estaban abrevando y forrajeando a las cabalgaduras. El frío calaba pese al hogar encendido que había al otro extremo de la habitación.
-Mujer, sírvenos un poco más de vino...
La petición del teniente quedó sin contestar, dos estallidos secos resonaron y a continuación voces y algarabía.-¡Nos atacan!
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