miércoles, 10 de febrero de 2010

CAPITULO 15

(Puedes leer la historia desde el principio en la etiqueta "Historia de una historia inconclusa que concluye)


-¡Sargento! ¡Cójalo!
El experimentado sargento, a una simple señal, desplegó a tres cazadores que espoleando sus caballos rápidamente rodearon la sombra, uno de ellos logró atraparla.
-¡Es un chiquillo señor!- gritó el sargento mientras sujetaba al zagal por la chaqueta y lo arrastraba en volandas junto al caballo, mientras aquél no dejaba de luchar para intentar zafarse de la ferrea mano que le aferraba..
-¿Que haces aquí?- le preguntó Edmón en un entendible español- ¿como te llamas muchacho?
Uno de los cazadores le mostró a Mercier el trabuco que el chico llevaba a la espalda.
El teniente cogió el arma y lo observó detenidamente, era un arma hosca, brutal, como el carácter de los españoles con los que se había enfrentado, el ánima se abría como una boca temible que adivinaba la muerte que esparciría cuando bramara…Mercier ya los había visto esparcir muerte a manos de las partidas de guerrilleros.

-¿Como te llamas chico?-insistió Mercier mientras hacía un gesto al sargento para que aflojara la presa que ejercía sobre el muchacho.
- ¡Malditos seáis gabachos!-gritaba el chico mientras peleaba por zafarse del sargento- Me llamo Malaquias de Blas y os juro que acabaré contigo y que vengaré la muerte de mi madre...
Mercier lo miró, miró nuevamente las columnas de humo, y recordó la blanca camisola manchada de rojo de la mujer a la que había disparado y los ojos sin vida que una vez más le trajeron a su atormentada mente los de aquél chico en Madrid que aún tenían vida cuando le miraron clamando clemencia.

-¡Dejelo sargento!, no es más que un chiquillo...

El veterano sargento, resignado, bajó al chico al suelo, sin llegar a liberarlo.
- Mi teniente, en esta maldita tierra no hay un jodido español que no sea capaz de matar a un francés...-concluyó el sargento soltando al chico, al tiempo que este salía corriendo haciendo un ostentoso gesto de insulto.

Mercier hizo un gesto a su subalterno.

-Vamos Sargento, volvamos, aún queda mucha sangre por derramar, pero para mi ya es suficiente por hoy.